Pregón de
Doña Dolores
Salvador
Agudo
Extracto
"Virgencica, qué chica eres, pero qué redaños tienes para mover a todo un pueblo".
Yo os invito a todos que me acompañéis a meditar sobre el por qué de nuestro entusiasmo... no del rito espontáneo, si no por la hondura de nuestro amor hacia esa imagen de la Virgen pequeña, que sólo es un punto en el horizonte y ¡Oh gran misterio! Es enormemente grande en el sentir particular y colectivo de nuestro pueblo.
Todo iluminado con la luz del amanecer y un hombre con los brazos elevados hacia el cielo, acatando en sus oraciones la vida tal cual es... pidiendo y agradeciendo tantas cosas... y esas veredas hechas camino al andar ... que todos hemos pisado tanto, que por allí hemos pisado con el corazón en lugar de los pies.
Todos los pueblos desde el principio de los tiempos han sacralizado alguna montaña, y así ha sido en la Torre. Los más inmediatos a nosotros, los árabes, nos enseñaron que ese camino nos llevaría hacia el cielo. La grandeza de los pueblos consiste en respetar su pasado, amar su presente y proyectarse para el futuro.
Aquí aparece la Virgen, que une el pasado con el futuro... Que nos invita a caminar por los senderos que ellos abrieron... que nos enseña que todos los hombres somos iguales delante de Dios... En ella se resumen los ritos tribales más ancestrales que con el devenir de los tiempos nos han ido legando las diferentes culturas que forman la nuestra: íberos, fenicios, romanos, árabes, etc., todos ellos de una manera u otra han marcado nuestra manera de ser, de actuar. Y un ejemplo de esa mezcla podría ser el rito solar representado en la figura de la Virgen. Su descenso de la ermita por el camino que lleva hasta "El puente de la Carrera", hacia el occidente, evocando un atardecer, dando comienzo a la fiesta. Y la terminación de ésta es, que duda cabe, la subida de la Imagen, pero esta vez por el oriente, por "El carril del Fraile", emulando el amanecer, la salida del sol, hacia la Torre... Esa figura solemne en el horizonte visible desde cualquier entrada a Cúllar, que a modo de una aguja central de un gran reloj de sol nos recuerda año tras año la importancia de la mezcla de nuestras tradiciones. Antiguamente se terminaba el retorno de la Virgen con la bendición de los campos desde la Torre a cargo del sacerdote que ponía punto y final a este rito solar o agrícola.
Y estas fiestas que parecen mundanas... que parece que no damos más importancia que al jolgorio ... este ir y venir de todo un pueblo nos habla de resurrección... Los viejos que pasan por mi puerta para ir al médico bajan hoy con la ligereza ... que me hace pensar... "Si todos los días fueran fiesta se curarían la mitad de las rodillas atrofiadas".
Y es que la fiesta hasta en su preparación es oración, porque su entusiasmo es por y para nuestra Virgen. Siempre que nos encontremos con un vacío en nuestro corazón... la mejor medicina es subir a la Torre, rezarle a la Virgen y contemplar el amanecer o la puesta de sol. Esta visión te enseña a confiar, te enseña a ver... te hará ver que la noche negra de la vida también tiene estrellas.
También quiero decirles a los que vienen de fuera que nuestra fiesta nos une con ellos, que son nuestros hermanos, porque todos tenemos que unirnos para un fin universal. Que no han venido porque sí... que vienen para que nuestra alegría tenga un dar por nuestra parte y un tomar por parte de ellos... Que compartir es lo importante para todos.